sábado, 15 de mayo de 2010

Alegoría y desazón

Esto de Castellani:

"Y tampoco se podría saber cierto cómo interpretar la Escritura; porque si todo el Cap. XX del Apokalipsi es “mishdrash”, o sea, puro mito o alegoría ¿por qué no lo será todo el Apokalipsi? ¿Y por qué no toda la Escritura, si vamos a eso? ¿Por qué no la resurrección de Cristo? ¿Por qué no su nacimiento partenogénico? Eso dicen hoy día los “Teólogos” modernistas y protestantes liberales. Dicen que son solamente símbolos o metáforas, no realidades." (Fuente aquí).


Aparte del tema del texto citado, la cuestión que se plantea en este párrafo se me apareció como la gran pregunta, el gran problema teológico, de orden general, que se abría con las tendencias de la exégesis moderna, el método histórico-crítico, etc. Porque muchos compañeros de clase de Teología (de Magisterio, para tener el título de profesor de Religión) se preguntaban con razón ¿por qué dice usted que el paso del Mar Rojo es alegórico, que lo importante no es la verdad histórica, sino el mensaje religioso, y en cambio con la Resurreción y otras cuestiones más concretas del Evangelio se nos pide una aceptación total, como "hechos"? (En realidad el profesor que teníamos posiblemente aceptaría la misma divisón entre verdad histórica - mensaje religioso para la Resurreción, pero no es el caso).

Sé que la respuesta es fácil con Adán y Eva, con la edad de los Patriarcas, con la autoría del Pentateuco. Aunque "es fácil", es decir es aceptado por la tendencia teológica católica en general, sólo desde hace poco, y sólo entre algunos. En los diarios de Bloy se leen furibundas diatribas (a su estilo, vamos) contra "esos sacerdotes que no creen que el Pentateuco lo escribió Moises". Y todavía hoy hay división, con consecuencias disciplinares eclesiásticas. (Dicho sea de paso, el padre Ariel siempre me ha parecido muy razonable en sus planteamientos, y me sorprende esta salida; pero eso merece una entrada distinta en la Taberna).

Vale. Conocemos la teoría de las fuentes, con todo su prestigio científico y fría disección de los textos. Pero ¿dónde se pone la raya? Planteé esto hace meses, pero el párrafo anterior me ha vuelto a dar que pensar. ¿Es posible decir: "en realidad da igual si de hecho Cristo multiplicó los panes, si no que el autor del texto se vale de un hecho –dar de comer a muchos, compartiendo lo que había– para transmitirnos el mensaje religioso de la generosidad, y de la fecundidad de Dios"? Utilizo este ejemplo por ser más difícil y sangrante, ya que no hablamos de las medidas del Arca de Noé, sino de los hechos del propio Cristo. Claro que es posible aceptarlo intelectualmente, y además es un modo de encarar la fe más "cómodo", más asequible a nuestra mentalidad. Pero cuando me pregunto por la posibilidad me refiero a si después de hablar así sigue siendo posible la fe como algo cotidiano, vivible, la fe como un alimento y un don, si no tendremos siempre la sensación de que lo que confesamos y practicamos no es "la fe de nuestros padres que nos fue transmitida" sino lo que nuestra voluntad moldea o elige. Es decir, si pisaremos sobre una tierra firme, o sobre algo informe que cambia según lo reformulemos. Es más una sensación que una objeción, algo incómodo que se instala y que difumina los precisos contornos –como grabados medievales dice Chesterton– que una vez nos atrajeron a la luz de la Fe. Al menos, algo así me sucede.