lunes, 29 de diciembre de 2008

Discusiones bizantinas

Lo que empezó como un consejo genérico a los que se plantean la vocación al sacerdocio, continuó por derroteros escriturísticos, con cierto jugo. Aunque ya no se pueden dejar comentarios, lo recomiendo. ¿Por qué esa dicotomía entre tomismo y tradición por un lado, y teólogos del siglo XX por otro? Una de las características de la teología de Balthasar o Ratzinger ha sido la recuperación de los Padres de la Iglesia, intentando un acercamiento a las verdades de la fe más directa, al margen de la escolástica, como dice Antonio Javier, "muy pegada al texto evangélico". ¿Por qué se dan estas discusiones, y sobre todo, en estos términos? ¿Y por qué –esto es lo que me inquieta– como un elemento más en medio de las corrupciones de los seminarios, las puntillas o inciensos, y lo "tradicionalista" como palabras arrojadizas? ¿Se está creando una especie de cisma silencioso entre tradicionalistas y progres, que en realidad no sería más que un engaño?

jueves, 25 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

"Cuando el tiempo no está lleno por sí mismo de una presencia con sentido, la espera se hace insoportable. (...) Pero si el tiempo en sí mismo tiene sentido, si en cada momento se esconde algo propio y valioso, la alegría anticipada de algo aún mayor que está por venir hace aún más valioso el presente y nos impulsa como con una fuerza invisible más allá de los momentos. Justamente a vivir este tipo de espera quiere ayudarnos el Adviento: es la forma propiamente cristiana de esperar y tener esperanza" (Ratzinger, La bendición de la Navidad. Meditaciones)

Que os bendiga el Dios de los bosques, de los pastores, de las luciérnagas y de los poetas.

Y que, cuando nazca, su estrella nos guíe hasta el pesebre.

martes, 23 de diciembre de 2008

Unos versillos de San Juan de la Cruz

Aquí dejo este breve poema de San Juan de la Cruz, muy adecuado para las fechas que corren:

Del Verbo divino
la Virgen preñada
viene de camino.
¿Si le dais posada?

viernes, 19 de diciembre de 2008

Preguntas sobre el demonio

Del blog del Padre Fortea, este comentario de un tal "Lucifer":

"Escribe un lector del post anterior, preocupado por el tema de los ángeles y con mucho interés por delimitar el campo de lo dogmático. Intentaré aclararlo.

Consultamos el Catecismo del 92 (el nombre de “Catecismo del 92”, en vez de “Catecismo de la Iglesia católica” resalta que, como dijo el cardenal Martini, los catecismos “tienen fecha”, son como un museo en que están recogidas expresiones históricas de la fe tradicional, conservadas como valor tradicional, aunque no sean utilizables ni relevantes en la actualidad).

Según el Catecismo del 92 (n.328), "la existencia de seres espirituales, no corpóreos, que la Sagrada Escritura llama ángeles es una verdad de fe". Esto es como el molinillo de café de mi abuela, que sigue conservado en casa de mis sobrinos como elemento decorativo, aunque a nadie se le ocurre usarlo para moler los granos de café. Pero no se nos ocurre tirarlo a la basura. Algo semejante ocurre cuando recorremos el museo de los dogmas con enfoque genético-evolutivo.
Por contraste con otras tradiciones religiosas dualistas, en las que se hablaba de divinidades benefactoras y divinidades maleficientes, en la tradición cristiana (que se remonta a la tradición judía) se conceptualizó esas fuerzas benefactoras o malefactores como ángeles buenos o ángeles malos, haciéndoles sitio de esa manera dentro del universo simbólico-imaginario de quienes creen un solo Dios Único y Creador.
Hoy día, con otra cosmovisión y otra hermenéutica, no necesitamos afirmar la existencia de tales seres espirituales. De pequeño me extrañaba que pintasen los angelotes con cabeza y alas solamente. Si tenían boca para comer, ¿cómo hacían para “des-comer”?, pregunté. Y me dijeron: “No seas repelente".

En todo caso, hoy se puede seguir usando esa simbología angélico-demoníaca como recurso para hablar de las fuerzas del bien y del mal sin idolatrarlas, acentuando que el referente de nuestra fe no son unos seres llamados ángeles buenos a ángeles caídos y malos, sino el misterio del Dios único.

Siguen teniendo su sitio en ese "museo histórico de las expresiones de la fe a lo largo de la historia", que eso es el catecismo, recopilación de la historia de la evolución dogmática y de las interpretaciones de la fe, pero no forma parte de nuestra confesión de fe cristiana el creer en ángeles y demonios.
Creemos en Dios y basta.

Otra cosa es que a nivel popular no se desarraiguen las supersticiones y magias y siga vendiendo el timo de los exorcismos... Pero eso es harina de otro costal".

Y la preguntas son:
¿Es posible ser cristiano sin creer en los ángeles y los demonios?
¿Queda malherida la doctrina sin esta creencia?
Tras el modernismo, ¿ha quedado demasiado reducida a expresión simbólica del mal y el bien, hurtándole su potencia personal originaria?
¿Y con la moderna crítica textual?
¿El libro de Lewis "Las cartas del diablo a su sobrino" produce el mismo placer en lectores que no creen en el demonio?

Y, ampliando el campo, ¿la visión que este comentarista tiene de los catecismos es tan heterodoxa?

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Espíritu de la Vida

Alicia anda leyendo estos días un libro sobre uno de los grandes santos de la Ortodoxia rusa: el staretz Serafín de Sarov. Me señala dos lugares interesantes. Así, os reproduzco unas sugerentes palabras del metropolita de Lataquia Ignacio Hazim, en Upsala en 1968:
Sin él (el Espíritu Santo) Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia es una simple organización, la autoridad un dominio, la misión mera propaganda, el culto una evocación y el obrar cristiano una moral de esclavos. Pero en él, y en una sinergia indisociable, el cosmos se levanta y gime con los dolores de parto del Reino... Cristo resucitado está allí, el Evangelio significa la misión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el obrar humano queda divinizado...
En esta cita se desenvuelve el núcleo vivo de la experiencia de fe de Serafín de Sarov: La finalidad de la vida cristiana consiste en la adquisición del Espíritu Santo.

martes, 16 de diciembre de 2008

El Eterno Retorno

¿No será acaso el Eterno Retorno de la filosofía nietzscheana, esa inversión casi paródica de la eternidad, el tiempo de los condenados? El instante no es tránsito ni apertura; revierte sobre sí y se cierra al futuro. El pasado no puede ser cancelado por el perdón; sin cesar se impone lo pretérito y la voluntad lo abraza fatalmente como algo propio. El círculo. La inmanencia absoluta, el yo atado a su querer y la voluntad esclava de su propio afán. No es “ex-sistencia” (estar fuera, tensión hacia lo otro) es “in-sistencia” (voluntad de voluntad, afirmación de sí) lo que define este eterno retornar de lo mismo. Y el sujeto así lo quiere, no aceptaría otra cosa ¿Apoteosis de una vitalidad desbordante o reconcentrado y pétreo ensimismamiento?

lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Dialéctica o Analogía?

¿Dialéctica o analogía? ¿No son acaso éstas las dos matrices conceptuales, los dos paradigmas enfrentados desde los que se hace teología? ¿No se alimenta acaso cada modelo teológico de una forma peculiar de vivenciar la fe? Una teología dialéctica enfatiza hasta el extremo la otredad de Dios. Esta teología –y la fe que la sustenta- se abisma en la radical desemejanza y extrañeza de lo Incondicionado con respecto a todo ser creatural. El misterio divino no se asimila a ninguna realidad de este mundo. No hay señales, vestigios, marcas... que delaten la presencia fundante del Creador. Recorre la médula del espíritu un escalofrío de angustia. Se han roto los puentes. Digamos adiós a la bella metáfora de la escala de Jacob. Sumerjámonos ahora en la denodada lucha del patriarca con el Ángel de Yahveh. Lucha: una fe agónica que se alimenta de la incredulidad, fe que es perseverante negación de la negación (no reposo en lo positivo). La fe no es aquí desenvolvimiento gradual de aquella preciosa semilla sembrada en nuestro espíritu. La fe se vive como el acontecimiento desmedido e inanticipable que irrumpe en la existencia; que trastoca el propio ser, quebranta el espíritu y reduce a polvo y ceniza a aquél que fuimos. Quizá sea una forma de experiencia netamente protestante, aunque pueda darse en otros ámbitos eclesiales. Pienso en gentes como Kierkegaard, el joven Barth, nuestro Unamuno... Algunos pasajes de San Pablo, tomados quizá unilateralmente, alimentan esta vivencia de desgarro insuperable y vehemente. Creo que Dostoievski también entraría en la lista ¿Tal vez Tertuliano entre los Padres? Lutero, por supuesto, no podría faltar. En fin, ya habrá ocasión de completar lo aquí dicho.

La esencialidad de las almas

Interesante entrada (sobre todo para los que dominan el francés, pero no sólo).

sábado, 13 de diciembre de 2008

Id ¿y predicad?

Después de la reflexión de Antonio Javier sobre el cristianismo como agente desacralizador, habría que pensar en nuestra situación, en nuestro mundo. Quizá el primer apostolado sería, como vio G.K.C, no convencer al hombre de la existencia de Dios, sino convencerlo de la existencia del propio hombre. La pasión por la vida, por cada persona en sí misma, el aprecio sincero de "lo otro", la donación desinteresada de uno mismo (no por proselitismo, como recuerda Benedicto XVI en Deus Caritas Est), reflejaría el rostro del Padre, aún sin predicación ni apostolado directo. El amor por lo pequeño y humilde y sin contrapartida. De tal manera que lo sagrado (el Reino) se note como un clima, se pueda "tocar" (encarnación), como un estilo, mucho antes, incluso en vez de, el anuncio de Jesús. Que a lo mejor no todos deben emprender. El "id y predicad" se lo dijo a los Apóstoles. Las bienaventuranzas, en las que no aparece ni rastro de encargo apostólico, a una multitud.
Y lo más importante: nada en esa actitud debe ser visto como un medio. No hacemos buenas obras para ser salvados, sino porque la salvación ya ha empezado a operar en nosotros.
A este respecto recuerdo a dos amigos del colegio. Uno de ellos le preguntó: ¿por qué te preocupas por mí y por mis cosas? respuesta del otro: para ir al Cielo. Y el primero le dijo: pues entonces déjame en paz, para eso te sirve cualquier otro. Jamás se me olvidará esa breve conversación.
Mirad lo que dice, al final de la tercera respuesta, este "evangelizador a tiempo completo".

Cambiando de tercio. Entre las mil y una cosas de las que hablamos Antonio Javier y yo el otro día –frente a una tostada de jamón, café, y copa navideña de anís–, estuvo también el judaísmo y su relación escatológica con el cristianismo y la salvación. ¿Qué opináis de esta entrada de Julio Martínez Mesanza?

jueves, 11 de diciembre de 2008

La Razon que se abre al Misterio III

El misterio es la razón elevada a su enésima potencia. El misterio es la sobreabundancia desbordante del logos. Por eso la razón es más plenamente ella misma cuando se confronta con el misterio. La razón no combate por ganarle espacio a una instancia hostil; ahonda en su seno, profundiza en su entraña y percibe cómo se trasciende a sí misma. Su centro, el punto al que se dirigen sus múltiples tentativas y experiencias dispersas, está a la vez dentro y fuera de ella. Por eso la razón puede reconocerse en el misterio aun cuando advierta allí un límite que no puede franquear. A la luz del misterio la razón puede entender por sí, en el ámbito natural, realidades que posiblemente le estarían vedadas si sólo fuese razón. Creo que esto es, con todas sus insuficiencias, un argumento favorable a la fe. No quiero negar ni difuminar la diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. Pero hemos de tratar de evitar la imagen de los dos pisos, arriba y abajo, separados de por sí y unidos por una sencilla escalera. Hay, me parece, una dinámica interna de la razón natural que la empuja a sobrepasarse y vencerse. Hay, a su vez, en la luz de la fe un reencuentro de la razón natural consigo misma. Tal vez la razón sin la fe siempre esté por debajo de sus posibilidades naturales. La naturaleza plena sólo se daría, barrunto, inserta en la sobrenaturaleza, internamente orientada a la sobrenaturaleza ¿Habríamos llegado los occidentales a nuestra noción metafísica, ética y jurídica de persona sin la constante revisión del misterio trinitario en la tradición cristiana? ¿Hubiera podido nacer nuestra ciencia, nuestra técnica, sin la fe de Israel en la creación de la nada por la Palabra, sin la hiperconcentración de todo poder numinoso en el Dios único y trascendente? La Biblia ha sido y es la gran potencia desmitificadora, desacralizadora, que conoce la historia ¿Los maestros de la sospecha? Por favor, relean a los profetas y no encontrarán crítica más mordaz de la superchería religiosa.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La Razón que se abre al Misterio II

Creo que en algún lugar dice Scheler que la hazaña del pensamiento especulativo moderno no ha sido sino ésta: que la filosofía dejase de ser la doncella predilecta de la teología para convertirse ahora en la importuna y malquerida sierva de la ciencia natural. Pero las cosas han avanzado mucho y la graciosa sentencia de Scheler se nos queda corta. La filosofía ha conseguido el portento de hacerse su propia esclava, rehén de sí misma, sin por eso arañar un ápice de señorío. Sí, desde que la verdad es una reclusa reaccionaria, la filosofía se autoexamina, se espulga, se remira y deconstruye... para quedarse al fin con la triste y reiterativa nada que fue su inicial basamento ¿Por qué? Porque teme la alteridad impositiva e irreductible de las cosas, porque ha confundido la luminosa verdad en que se entrega el ser con la certeza que se conquista en un acto de furtivo pillaje. Sencillamente no sabemos recibir, hemos olvidado la gratuidad. La razón se ha convertido en una febril operaria: conecta, desconecta, vincula, supone, deduce, refuta...Hay que dar un paso atrás, hay que esperar y contemplar. La atención es fundamental (releamos a Simone Weil), la atención es el silencio orante de la inteligencia. Es una facultad que roza lo sobrenatural. El sujeto se vacía por completo de sí y se anonada en el objeto que le sale al paso. No sólo ve el objeto, estremecido intuye su “salir al paso”, su estar aquí y ahora, su ser ante mí humilde y gallardo. Entonces brota del corazón un amor por todo cuanto es mínimo y simple, un amigable impulso de solidaridad con lo creado que imperceptiblemente conduce al Creador.

domingo, 7 de diciembre de 2008

La contracepción, el Magisterio, y el Cardenal Montini

Ya que estaba en la Buhardilla (ver entrada anterior), dejé mi miguita de pan.

La crisis en las órdenes religiosas

Aunque se refiere a Norteamérica, este texto del Cardenal Rodé tiene mucha miga. Y la selección de enlaces de La Buhardilla de Jerónimo (a la derecha en su página), utilísima.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Ídolos

"Es del todo punto inútil y absurdo decir a un hombre que no debe bromear con los temas sagrados. Y es inútil y absurdo por una razón muy sencilla: porque no hay tema que no sea sagrado. Cada instante de la vida humana es trascendental. Cada paso, cada movimiento de un dedo posee una importancia tan enorme e incluso tan horrible que cualquiera podría volverse loco con sólo pensar en ello. Si está mal bromear con nuestro lecho de muerte, también ha de estar mal bromear con la empanada de ternera, pues, si la perseguimos con demasiada devoción, puede tener mucho que ver con que acabemos en él. Si está mal bromear sobre un hombre moribundo, también lo estará bromear sobre un hombre cualquiera, pues todos estamos muriendo con mayor o menor rapidez". Y sigue, a su estilo, Chesterton.

Con esta cita de la recopilación de artículos que ha publicado Ediciones Espuela de Plata (marca blanca de Renacimiento), me viene a la cabeza la idea del cristianismo como un ateísmo. Así debió parecérselo a los gentiles que recibieron el Kerigma, pues ese dios desconocido del Aerópago que Pablo señaló, y que aún no conocían, vendría para desbancar a todos los demás dioses. Y, progresivamente, con la extensión del cristianismo, se sucedería una lenta secularización de todos los órdenes de la existencia. "No llaméis señor a nadie en esta tierra, pues uno sólo es vuestro Dios y Señor". En el momento cúlmen de la Pasión, el velo del templo de Jerusalem se rasgó en dos mitades, dejando expedito el camino al sancta sanctorum para todos. Con la Encarnación, ya no hay cosa sagrada. Es decir, ya no hay algo más sagrado que lo demás, pues todo lo es. Toda la realidad es sacramental, y el universo un inmenso tabernáculo. Y resonando en el aire brama el sermón de la montaña, diciendo para conocimiento de todos que a partir de ahora lo más sagrado que existe es nuestro prójimo, el más cercano, y en especial el más desvalido. Se podría decir (y se dice): con la excepción de la Eucaristía. Pero la Eucaristía es la acción de gracias por la Revelación del Padre en el Hijo, a través del Espíritu, y lo que el Hijo vino a comenzar es el llamado Reino de Dios. Y el Reino de Dios lo esbozó Jesús en el sermón de la montaña: estos, mis hermanos más pequeños.
El proceso que desencadena el cristianismo de derrocamiento de ídolos alcanza, ha de alcanzar, también a los ídolos inmateriales, a la imagen que tenemos de los otros, de nosotros mismos. Incluso a la propia visión que tenemos de la "práctica" de la fe, que necesita, más que ninguna otra cosa, ser desenmascarada continuamente como falsa, para construirse de nuevo. Quizá por eso leemos, discutimos, pensamos: porque nos inquieta la sospecha de que adoramos a ídolos.


P.S: Y no me refiero al concepto de desprecio del mundo, o de las criaturas, con el derrocamiento de la idolatría. No tienen nada que ver. De hecho, normalmente el mejor modo de no tomar algo por un dios es estrecharlo tan fuertemente contra el pecho que, al final, se rompa. Pero antes hay que estrecharlo. Nada en este mundo es suficientemente apreciado por nosotros, de hecho, la Parusía podría imaginarse como un resplandor que no sólo provendría del Esposo que llega, sino del cántico de las criaturas todas que presienten su cercanía, aparecidas por primera vez a nuestros ojos con todo su valor, con todo su peso (San Agustín decía que el amor era el "peso" (pondus) del Universo). Y esta idea de lo inagotable de cada cosa, de cada criatura, y de que la regeneración de un hombre produce una mayor capacidad para apreciarlas, es una de las vetas profundas de la obra de Chesterton (anterior a su conversión, como se ve en la cita más arriba, que es de un artículo juvenil).

jueves, 4 de diciembre de 2008

La Razón que se abre al Misterio

Ya lo decía sabiamente nuestro compañero citando al incisivo Gómez Dávila: el dogma, en su formulación, no agota sino que afianza y protege el espacio santo que habita el misterio. Y el misterio, venía a decir, arraiga en la experiencia del que se entrega a la aventura de la fe.

Pero ¿cómo puede comunicarse esa experiencia de apertura a la realidad íntegra? ¿Cómo decir esa entrega confiada al misterio fundante de todo ser, conocer y amar? ¿Cómo explicar ese gozo incipiente, ese pre-gusto de lo que aquí creemos y esperamos en espíritu de caridad? ¿No hay acaso ya en la fe un anticipo, un saboreo previo e inarticulable de la gloria que anhelamos? ¿Cómo se comunica ese don? ¿Cómo se hace partícipes a los otros, a los alejados, de esa gracia? Sí, ya sé, es y no es tarea nuestra, pues Dios es el sembrador.
Sin embargo, no dejan de producirme una sensación extraña, de horror y piedad entremezclados, ciertos fenómenos. Imaginad una inteligencia preclara, ágil, escrutadora y vigilante a la que, sin embargo, le falta ese horizonte último del misterio; una razón que no es capaz de ver las cifras en que, ocultándose, se revela el fondo místico del ser. Hay algo de monstruoso en ello ¿Acaso no serán eso los demonios? Una inteligencia que frustra su natural deseo de otredad, una razón solipsista que no abre las manos al don del ser, que en contra de su esencia se cierra en su propia vaciedad y contradice así su tendencia más íntima: acoger las cosas en su verdad. Si la inteligencia inflamada por la caridad e iluminada por la fe es como un organismo vivo, algo fuerte y vigoroso que crece en terreno adverso y asimila lo extraño ¿Qué diremos de la razón absolutamente secularizada, abandonada a sí misma, llevada por sus solas fuerzas? Esta razón que alardea de su adultez da la impresión de lo mecánico frente a la vitalidad a la que antes me refería. En el mundo fabricado por esta razón no se percibe la novedad incesante del ser que se estrena a cada momento, no se escucha el pálpito secreto de las cosas, su pujanza ontológica, su afirmación en la existencia y su dichosa recreación. Es el mundo desustanciado y gris en el que el hombre grita su soledad inmensa. Como diría Nietzsche: se ve llegar la pleamar del nihilismo.

martes, 2 de diciembre de 2008

Enlace paulino

Aquí (o acá, que dice Hernán).

El pecado y el cristianismo

“La intuición verdaderamente central del cristianismo es el pecado” –dice Schlegel.

Replica Novalis: “¿No debería ser el pecado solamente el No-Yo del cristianismo, algo que el cristianismo produce annihilando?”