La ciencia no ha superado a la religión por su racionalidad, sino, más bien al contrario, por haberse apropiado del carácter numinoso de aquélla. Cuando se le pregunta a la gente qué rasgos definen lo científico, suelen responder hablando de rigor, objetividad, racionalidad, contrastabilidad, etc., pero casi nadie de quienes hablan así asumen las proposiciones de la ciencia en base a ese tipo de criterios. De hecho, no suelen tener la menor idea de qué cosas son los microchips, los virus, los protones o los agujeros negros, y ni tan siquiera qué pueden significar esas leyes físicas que, según nos enseñan, constituyen el modus operandi de la naturaleza. Lo que en realidad fascina de la ciencia es precisamente lo contrario de toda objetividad y racionalidad: es su carácter enigmático, la forma que tiene de hablar de cosas que nos resultan improbables, incomprensibles, e incluso inimaginables.
Por el contrario -y basta con escuchar cualquier homilía dominical en una iglesia de barrio- es la religión la que, harta de las críticas a su carácter esotérico, hace tiempo que amenaza diluirse en un mensaje racional, inteligible, generalmente moral, acerca de qué está bien y qué está mal, cómo deben comportarse los cristianos, cómo es la sociedad actual y cómo debería ser, qué cosa quiso decir Cristo en este o aquel pasaje..., marginando completamente el sentido misterioso, "místico" (en el sentido de Wittgenstein), numinoso en fin, que ha constituido siempre su signo distintivo. Un halo misterioso al que seguía la sospecha de que ella custodiaba la verdad oculta del mundo, envuelta en la liturgia y los cantos, revelada en profecías visionarias, en un fuego que no se consume, en el paso de un Dios sin rostro cuya visión es la muerte: una verdad que no puede ser dicha, y que, paradójicamente, ha donado a la ciencia en una suerte de tributo a su victoria histórica.
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8 comentarios:
Estimado Alejandro:
Tu aportación es muy interesante. Me parece, no obstante, que tu juicio sobre el signo distintivo de la religión (cristiana) es algo parcial. Sin negar este componente de misterio y enigma (que es patente sobre todo en el Antiguo Testamento), creo que el esfuerzo clarificador y racionalizador de Pablo o la misma interpretación de Jesús del mensaje de la Antigua Alianza, es muy antiguo. La figura del sermón, de la prédica, la exégesis bíblica, la obligación de iluminar los pasajes oscuros ha existido desde siempre: al menos ha habido, entre los cristianos, la creencia en la existencia de un significado de difícil comprensión. Si hoy día el contenido misterioso amenaza con diluirse, es una cosa empezada desde sus inicios.
En cuanto a la numinosidad de la ciencia, lo que dices es bastante sensato. Sin embargo, no creo en absoluto que lo que fascine de ella sea precisamente esto, ya que la cantidad de descubrimientos científicos que lindan con lo verdaderamente enigmático no es tan grande. Pienso, en efecto, en los logros de la mecánica cuántica, en la dualidad-onda corpúsculo o la teoría del Big Bang : aquí es totalmente cierto que hay cierta numinosidad si se quiere. No obstante, la mayor parte de la ciencia se realiza sobre fenómenos más simples, más cotidianos, y esto provoca así mismo una cierta fascinación. Ahora recuerdo una investigación sobre la ecuación que rige el proceso de enfriamiento del agua en un botijo, o bien en las rampas y esferas de Galileo.
Veo, cuando leo lo que he escrito, que mi segunda pega puede obviarse argumentando que toda fascinación propiamente dicha exige un objeto ya numinoso, es decir, un fenómeno misterioso en sí. En ese caso, nada puedo decir ; sólo me atrevo a preguntar: ¿no hay también una fascinación por lo sencillo?
Querido Olegario:
En cuanto al primer párrafo: sí, faltaría más, el cristianismo también es todo eso. Aunque yo opino que la liturgia debe hacer un hueco a lo numinoso y no diluir la piedad en la mera afirmación de proposiciones morales o doctrinales.
En cuanto a lo otro: sin duda fascina un pequeño mecanismo, una sencilla ecuación, etc. Pero Galileo no fascina por sus rampas, sino por haber defendido la absurda e improbable cosa de que la tierra gira alrededor del sol. A Newton no se le recuerda (me refiero a la gente de a pie) más que por haber defendido la magia: una fuerza invisible que atrae a los cuerpos entre sí. Etc. En todo caso, a donde iba: que los atributos de la ciencia (como decía: experimentación, reducción matemática, contrastación, etc) no son, en sí mismos, lo que hacen de ésta algo "atractivo". De hecho, las mayoría de la gente no siente ningún interés en convertir los valores de la ciencia en pautas de su propia acción.
Lo que hace atractiva a la ciencia es su "erotismo": la forma que tiene de crear la expectación de una "revelación" definitiva, sin dejarla aparecer nunca.
Muy buenas Alejandro, el tema que planteas me parece muy interesante, y es un excelente punto de partida para debatir (ojalá me confirmen mi destino para este curso escolar). Ahora bien, hay una serie de aspectos en tu razonamiento que me gustaría matizar.
En primer lugar y antes de comenzar, creo necesario añadir dos términos a los de religión y ciencia, como son tecnología e Iglesia (como responsable o transmisora de la religión, y que tú también has hablado de ella en el segundo párrafo del texto).
Depende en el estadio (por llamarlo de algún modo) en el que nos situemos, creo que deberíamos hablar de Iglesia o de religión. Lo mismo a la hora de hablar de ciencia o tecnología.
Dicho esto, te comento que pienso que no es que la ciencia haya superado a la religión, sino que es un relevo social. Y las razones de este relevo están relacionadas entre sí, como un pescado que se muerde la cola.
Pienso que el poder, del cual te hablé vagamente en otro post, puede ser una de las causas. La teocracia está dando paso a la democracia, con lo que la sociedad no tiene a la figura de la Iglesia como referente institucional (aunque sigamos diciendo que lo que diga fulanito o menganito va a misa).
Además, creo que entre la gente que no sabe qué es un virus, un protón o un agujero negro, tampoco ve la ciencia como ese algo enigmático, místico, numinoso a fin de cuentas. Yo diría que la gente de a pie (incluyendo aquí a creyentes y ateos, que, por otro lado, se les podría preguntar a unos y a otros sobre temas religiosos y científicos y les serían completamente desconocidos) les da bastante igual esto. Es más, si me apuras hasta haya más creyentes en dios que en la ciencia como fin último de todo.
Yo creo que aquí sí, entre este estrato social, la Iglesia se está quedando rezagada, ya que lo que se pide son respuestas inmediatas y actuales. La Iglesia, como has comentado, se encarga de hablar “acerca de qué está bien y qué está mal, cómo deben comportarse los cristianos, cómo es la sociedad actual y cómo debería ser, qué cosa quiso decir Cristo en este o aquel pasaje...”. A día de hoy pienso que la sociedad está diciendo que son palabras de otra época.
La sociedad pide una respuesta institucional, porque para criterios sobre pecado, sobre lo que está bien o mal, etc, tiene a las leyes. Es decir, pienso que los legisladores de hoy son los curas de antes. Y es más, creo que el ciudadano ve más cercano un juzgado que la justicia divina, ya que hay, demandas, querellas... en las que una persona puede ampararse para poder defenderse (de modo ideal, por supuesto. El tema de cómo creo que está la justicia en nuestro país merecería otro post).
Y volviendo al carácter numinoso de la religión o de la ciencia, pienso que eso queda más de cuatro o cinco personas como tú o como yo, que disfrutamos con idas de pinza y sobre la verdad, absoluta o relativa de las cosas. Así como científicos que ven en la ciencia esa frontera abierta que en la religión ni siquiera se plantean como tal.
En este último caso, al final se trata de lo mismo, tener fe en algo. Lo que sucede es que en el caso de la ciencia se llega a la abstracción por medio de las matemáticas (yo no podría imaginarme nunca un millón de vacas, sin embargo los números sí consiguen llegar a eso). Y claro, eso hace saltar, quizá, el resorte “numinoso” en la ciencia. Si bien, como has escrito antes, hay muchos científicos creyentes.
En fin, que releyendo todo, me he dado cuenta de que no he comentado el tema de la tecnología, ya tendremos tiempo en discutir sobre la ciencia y la tecnología. Porque de momento no lo veo relevante. Y por lo demás, creo que este va a ser un tema interesantísimo a tratar en lo sucesivo... ¡ojalá me adjudiquen mi actual destino de modo definitivo!
Por cierto, y como apéndice final, me gustaría dejar aquí dos citas, que si bien no quiero que signifiquen una conclusión a lo enunciado en el anterior comentario, sí me gustaría que quedaran para la reflexión.
La primera es de Woody Allen en el papel de Harry Block en la película "Desmontando a Harry":
"¿Qué hay de malo en la ciencia? Mira, yo entre el aire acondicionado y el Papa prefiero el aire acondicionado." -En esta quizá también hay una descoordinación entre ciencia, tecnología, Iglesia y religión, y creo que Woody Allen expresa ese sentir popular como sólo él sabe hacer-.
La otra es de Umberto Eco (creo, y digo creo porque la leí el otro día y no voy a decirla literalmente porque no recuerdo exactamente su contenido):
"La diferencia entre la ciencia y la tecnología es que mientras la segunda avanza velozmente, la primera va a pasos muy lentos".
No he incidido antes en el impacto de la tecnología en nuestra sociedad, pero creo que merecería una reflexión, que también puede ser interesante.
Hola Alejandro.
De acuerdo. Muy acertado. Pero mas que una donación ha sido una expropiación. Ya que Dios y sus poderes no necesitaban de ninguna retórica que los ensalzara. Eran evidentes en la naturaleza. Ahora ese poder está en el lado de la ciencia y de la técnica y sus sacerdotes de bata blanca (en la imaginación popular).
Como muy bien dices es es el misterio de la ciencia que antes era el de Dios. El misterio siempre deriva de algun poder, no existe misterio en una cucaracha, sino en una cucaracha que lanza rayos laser.
Y es ese ese poder el que da a las palabras de la liturgia de la ciencia ese aura de respetabilidad: metodo, razón, experimento, confirmación. A la gente se la suda el rigor con el que esas palabras se utilizan al servicio de la verdad o de la manipulación. Lo único que les importa es saber que son respetables y que "tienen poderes" porque mezclandolas se pueden hacer conjuros de los que salen maquinas lanzando rayos y curando enfermos. Eso es todo. Visto de esa forma, mo deja de ser un culto, y como todo culto que surge de la nada, puede ser peligroso y de hecho lo es, porque enseguida se llena de brujos de tercera y cuarta fila repitiendo los conjuros y asustando a la gente para su propio beneficio. En esas estamos.
Y perdona por como me puse contigo hace pocos días. en mi post sobre Kennedy. De verdad que lo siento.
Óliver, Memetic, gracias a los dos por vuestras aportaciones.
De acuerdo con ambos en que éste es un asunto que se hunde en la cuestión del Poder: de qué forma un culto o ritual escenifica la presencia del poder, tanto si se refiere al poder que se atisba en la naturaleza como obra divina, o al que se adivina en el hombre como Prometeo. Y como dice Memetic, esto lo convierte en un arma perfecta para la manipulación. Sólo hay que ver cómo periodistas y ministras cancelan los más variados problemas morales con apelaciones arbitrarias a una ciencia que desconocen y que opera como un mero totem, desactivando toda crítica antes de que ésta se formule si quiera. Eso sí es poder.
En cuanto a lo último, Memetic, no te preocupes. En una discusión ocurren esas cosas de vez en cuando.
Un saludo
¡Con lo bien que iba la cosa! Ya que descendemos el listón de la conversación, voy a ponerme en plan Sánchez Dragó y voy a hablar de mí un rato: http://bicarbonatocatodico.blogspot.com/)
Concluyo con lo del aborto y, muy a mi pesar, con la conversación:
Lo que tú ves como matar una vida yo lo considero método anticonceptivo. Que cada uno se ampare en lo que quiera escuchar o cómo quiera traducirlo.
Un placer, recuerdos a su señora.
Óliver: tu obsesión con el aborto es divertida. Yo no estoy hablando ahora de si el aborto es un crimen o un anticonceptivo o no sé qué otra cosa. Lo que estoy diciendo es que se utiliza la ciencia, incluso desconociéndola, para defender cuestiones morales que no son de la incumbencia de la ciencia. De lo que hablo es del uso totémico de la palabra ciencia, de la traslación del poder numinoso de una esfera a otra.
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