miércoles, 12 de agosto de 2009

Tratado de las vías infinitas

(Una pipa es también un reloj de arena. He cargado esta con media cazoleta, para que la entrada del blog sea como debe de ser, sin la tendencia al tratado farragoso. Cuando se acabe, terminará la entrada)

Mis amigos, tabernarios o no (aunque todos son tabernarios en el fondo), operan a veces como catalizadores de pensamiento, como atractivos pararrayos que provocan el relámpago cerca. Digamos que, por un momento, se me pega la brillantez del otro, o que sólo en compañía somos más de lo que somos, y ése es el ser al que somos llamados. Un ser extendido, habitable. El otro día, como tantas veces, conseguí transmitirle a Antonio Javier una idea que lleva años rondando, desde distintos ángulos, mi cabeza. La idea de que nuestras dificultades con la Fe son muchas veces negativas más que positivas, es decir, que rara vez hay una seria objeción o un nudo intelectual que deshacer (aunque también), sino más bien un abandono, u olvido, de las "vías de acceso", de nuestras personales puertas a la luz. Como ya vio -oh, maestro-, mi bienamado Lewis, la fe es algo que, más que perderse, sencillamente se va abandonando. Esto vino a cuento de la idea de jerarquía en los contenidos de la doctrina (no todo es igual de importante, por lo que podemos relativizar nuestras dudas o dificultades en gran medida), y que nadie (quizá algunos santos) ha sido dotado por Dios para comprender, para abrazar, todos los contenidos de la Fe. Además de la especial ceguera, o visión, de cada época.
Pero a lo que yo apuntaba era a las vías personales, íntimas, biográficas, de acercarnos al misterio, de querer más de Dios, de sentir la llamada del Reino. Cada uno sabe, o sería muy bueno que supiera de un modo más o menos consciente, de qué modo, por qué vías, el hilo invisible del que hablaba el Padre Brown, ha sido pulsado para llamarnos de vuelta a casa. Para los que somos un tanto poetas, un tanto músicos, ha sido muchas veces la experiencia de la Hermosura, el éxtasis de la música. (Empecé precisamente esta pipa, digo, esta entrada, escuchando el tercer libro de Madrigales de Gesualdo). Pero también ciertas experiencias de plenitud con amigos, concretos, en momentos clave de nuestra vida, como suelen serlo la adolescencia, los primeros amores, los proyectos ilusionantes. Estas vías personales, por su propia naturaleza, son inagotables, y lo mejor de todo: siempre sorprendentes. Aunque no siempre disponibles. Sé que también podría hablar del dolor, pero es mucho más difícil, y las palabras deberían descalzarse o hacerse mínimas como gorriones sobre la arena. Casi es mejor la Poesía.
No todo nos acerca a Dios. Ayer estuve en la catedral, haciendo fotos, y se celebraba la novena de la Virgen de los Reyes. Aunque el Gótico siempre ha caldeado mi ánimo con vigor, dejándome boquiabierto como un niño, precisamente ayer, al encontrarme con el Arbispo, al ver el cortejo de bostezantes canónigos y sevillanos y turistas, me sentí tan lejos de aquello como un talibán en Disneylandia. No. Es en otro sitio donde sé que -casi- siempre puedo acercar una ramita para encender una hoguera. Normalmente un poema, un rato de silencio, un paseo perezoso por la ciudad. O un puñado de recuerdos, desordenados y confundidos como una caja de zapatos llena de fotos viejas. O mejor: un rato en la Taberna del Fin del Mundo, donde la conversación y la cerveza recuerdan el banquete que nos fue prometido.
(Se ha apagado la pipa. Voy a limpiarla).

1 comentario:

Alejandro Martín dijo...

Preciosa entrada...

Dice Novalis: "Nada hay más necesario para la verdadera religiosidad que una mediación que nos comunique con la divinidad. De forma inmediata, el hombre no puede ponerse en contacto con ella. El hombre debe ser libre en la elección de esa mediación"

Y otra cita, también de Novalis, y también un poco cursi, pero va por ahí: "El cristianismo es de tres formas. Una es el elemento generador de la religión como alegría propia de toda religión. Otra, la función mediadora como fe en la capacidad de todo lo terreno para ser el vino y el pan de la vida eterna. Y otra es la fe en Cristo, su madre y los santos. Escojed la que querais, escojed las tres, es lo mismo, pues con ello sereis cristianos y miembros de una comunidad única, eterna, indeciblemente dichosa".