Hablando estos días con un amigo agnóstico, me dice que, a priori, no ve nada absurdo en que exista Dios. El problema para él es cómo dar el paso desde lo posible a lo efectivo: qué hace al creyente creer cuando, bajo la luz de la razón, Dios es sólo una posibilidad, y no especialmente verosímil. Ante esa pregunta nunca sé qué responder. Decir la verdad (que la fe es un don y un misterio) siempre deja al interlocutor insatisfecho, como es lógico. Y si además vive con melancolía su propia situación des-creída, añádase la pregunta entre enojada y triste: “¿y por qué a mí Dios no me da ese don?”
Los Reyes Magos sólo vieron una estrella en el cielo. Estaba allí, como cualquier otra estrella cualquier otro día. Todos podían verla. Pero sólo ellos tenían la vista puesta en el cielo y sólo ellos decidieron seguirla. Cuando llegaron a su destino, vieron a unos pordioseros con un niño para el que ni siquiera tenían cuna. ¿Por qué se arrodillaron? ¿Por qué dejaron oro, incienso y mirra? He aquí la cuestión. No hay signos que nos lleven a la fe. Es la fe la que hace los signos. La pregunta no es de dónde viene la fe, pues fe es el primer acto, el primer paso, desde donde se aclara todo lo demás. El primer paso de los Magos, el hágase de María. No hay más: sí o no. Quietos o adelante. El temeroso abrigo de la sospecha o la inquieta escucha del desasosiego. Lo decisivo es siempre hacia dónde nos mueve el corazón.
(P.D. Una breve oración para tabernarios: Que los Reyes, atentos a los signos celestes, cuiden del Ángel que acaba de nacer...)
lunes, 5 de enero de 2009
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5 comentarios:
Guiño, guiño...
Ale, este texto no podía ser más pascaliano. ¡El salto!
Si la fe crea los signos, cuando el hombre viejo muere y nace el hombre nuevo (algo que sólo se podría decir en gerundio), a cada paso le asaltan signos, la realidad deviene en signo multiforme y de inagotables matices, que son ellos mismos y a la vez heraldos, en todos los estratos del ser. El Ens da su fuerza ontológica a lo que aparece, paradójicamente, como mero signo; que es más que un signo, y menos que Dios.
Jesús, me lo has quitado de la boca. Venía a decir lo mismo: este texto huele a Pascal por todos lados.
Creo que en algún sitio dejó Pascal escrito o insinuado que el cristiano debía comportarse como si Dios existiera; sus actos debían siempre encaminarse dando por hecho la verdad de su fe.
Alejandro: a tu amigo habría que recomendarle la lectura del primer capítulo de la "Introducción al cristianismo" de Ratzinger, donde se viene a decir que tanto el creyente como el no-creyente participan -cada uno a su modo- de la duda y la fe. Para uno, la fe está presente a pesar de la duda; para el otro, mediante la duda o en forma de duda.
En efecto, Rafael, esa introducción a la Introducción es estupenda. También por su impresionante comprensión del fenómeno de las teologías de la liberación.
Yo, para que se me note más el plumero olegariano (de Olegario González de Cardedal) voy a citar una afirmación suya que me viene ahora a la cabeza.Pertenenece a un artículo reciente, en la tercera de ABC, donde decía que, ante el hecho de que tantos que realmente quieren creer pero no llegan a poder hacerlo, es un misterio el hecho de que no lleguen "a coincidir la libertad del Espíritu Santo y la libertad del hombre".
Cambiando de tercio, me pregunto si, en determinados casos, en la relación fe-signo, no habrá una especie de circularidad, no viciosa, donde el "quién fue primero" no tiene importancia. Se daría como una mutua y coincidente referencia entre lo que aparece como signo y despierta la fe y una como pre-fe que despierta al hecho y saca a la luz su condición de signo. No sé muy bien lo que me digo, pero bueno, aquí queda.
Hombre, un poco fuerte lo de "Decir la verdad (que la fe es un don y un misterio)". Si estamos en pleno diálogo con un agnóstico, al menos habría que tener la cortesía de suavizar la frase: "decir lo que uno piensa (que la fe, etc.)"
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