sábado, 4 de abril de 2009

El débil dios de los cristianos

Recuerdo que la primera vez que oí hablar de Vattimo fue en clase de Corrientes Actuales de Pensamiento que impartía Marín Casanova en la Universidad de Sevilla. Leímos La sociedad transparente y me pareció un libro más entre los muchos escritos en la estela del pensamiento postmoderno: la filosofía ha muerto y ahora toca hablar de democracia, medios de comunicación y nuevas tecnologías. Mmmmm… ¡me aburro! Pero un día supe que el filósofo italiano acababa de publicar un libro en el que, al parecer, se confesaba cristiano. Como todos sabíamos que Vattimo era homosexual practicante, comunista renovado y reconocido nietzscheano-heideggeriano, la cosa tenía su morbo. Rápidamente fui a una librería y me hice con el libro. Se titulaba Creer que se cree. Lo leí de un tirón esa misma tarde. Desde entonces, he leído todo lo que se ha ido publicando en español del pensador italiano.

Cierro el preámbulo anecdótico y voy al grano. Sin entrar ahora a valorar a fondo su filosofía, yo diría que pasarán muchos años hasta que seamos conscientes de la magnitud de la aportación de Vattimo a la autocomprensión del cristianismo contemporáneo. En su opinión, la modernidad y la secularización no son acontecimientos externos al cristianismo, sino la explicitación misma de su esencia en cierto momento de su desarrollo. Esta esencia es la kenosis (ekénosen: vaciarse), el vaciamiento de Dios, su "abajamiento" al mundo, cancelando así todo ámbito de sacralidad (“el velo del templo se rasgó en dos”) ya desde el mismo acto de la Encarnación. El Dios de la caridad, al encarnarse, rompe para siempre el vínculo entre lo sagrado y la violencia, característico de las religiones sacrificiales. Destruye lo sagrado como un ámbito de permanente impostura idolátrica: Dios no habita más en templos hechos por manos humanas. La kenosis exige dejar de comprender a Dios en términos de ese fundamento exterior y radicalmente distinto del mundo, y disponible para el hombre de un modo mágico: un fundamento desde el cual el piadoso contempla, controla y domina la totalidad de lo real, y cuya disponibilidad se alcanza por medio de procedimientos humanos (sacrificios, oraciones, acciones virtuosas o sistemas filosóficos…). El Dios que, en palabras de Nietzsche, “ha muerto” es el Dios de la metafísica y el Dios de las religiones naturales. Esta muerte de Dios ha acontecido por obra del cristianismo.

Pero esto tiene sus consecuencias: si el cristianismo es la historia de su debilitamiento, si es el proceso de su progresivo alejamiento respecto de los rasgos “naturales” de la religión, entonces es también la historia de la pérdida de las certezas sólidas, los dogmas y los patrones morales. La pregunta que quería dejar abierta es, entonces, la siguiente: ¿es posible seguir hablando de “cristianismo” una vez que éste disuelve sus propios dogmas teológicos y referencias morales y queda reducido a la caridad? Y, sobre todo, ¿por qué detener ese proceso “deconstructor” justo a las puertas de la caridad? ¿por qué no prescindir también de ella?

31 comentarios:

Jesús Beades dijo...

Fascinante cuestión.

1. No es que prescindamos de todo, "menos" de la Caridad. Es que todo debe ser reformulable sólo desde la Caridad; como decía el clásico: la Caridad es la forma de todas las virtudes. ¿En qué nos basamos? En el propio Evangelio, en Jesús que lo deja bien claro: "Estos mandamientos se resumen en dos..." O "Sólo una cosa es necesaria", o "misericordia quiero y no sacrificios", o el himno de 1Cor, o tantísimas citas que se despeñan sobre el mundo desde la cima del sermón del monte.

2. La cuestión, así formulada, parece un proceso que tuviera un comienzo, un desarrollo, y estuviera en una fase agónica de casi extinción del cristianismo. No dudo de que esa es la visión de Vattimo, pues, como todo marxista, ve la historia a la luz de la dialéctica, y piensa que él vive, que vivimos ahora, en una especie de plenitud de los tiempos. Chesterton lo formuló de otro modo (perdón por la cita de memoria): "la Iglesia ha pasado por un suerte de revoluciones a lo largo de la historia, tras de las cuales siempre ha muerto. Pero siempre resucita. Pues su Dios sabe salir del sepulcro". El sepulcro es en cada momento un devenir histórico –arrianismo, imperio romano, sociedad feudal, Antiguo Régimen...– que siempre, en su momento, parece inseparable del cristianismo. Cuando estos ciclos se agotan, cuando los sistemas caen, la iglesia (parece que) cae. Pero resurge. Porque "estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos".

3. El modo en que Dios hace salir del sepulcro a su maltrecha Iglesia es volviendo a soplar en las apagadas brasas de la Caridad, comenzando de nuevo. Esculpiendo, extrayendo cada vez –aún dolorosamente– la adhesión espúrea, lo "no evangélico" de la predicación, de la deriva de su Iglesia.

4. El modo en que los cristianos discutimos es, precisamente, este: cada uno, cada grupo, piensa que tiene la fórmula del cristianismo "auténtico", "esencial", "originario". Pero la tesis de Vattimo, aunque no se entienda de un modo lineal y dramático, sino cíclico y dramático (pues esos ciclos no son iguales, sino que ascienden en espiral, o profundizan en espiral), me parece acertadísima. ¿Por qué detenernos ante el Mandamiento Nuevo? Porque Jesús dejó muy claro que la Caridad es el Reino de Dios, es decir, Dios mismo.

E. G-Máiquez dijo...

Ah, entonces el misterioso caso queda resuelto. El cura ubicuo era Vattimo.

Sin embargo, yo, que como Gómez Dávila tengo la fe de la viejecilla que reza en una esquina de la iglesia, pienso que la verdad de los dogmas y la bondad de los mandamientos y la belleza de los ritos son una expresión de la Caridad, que no flota por el éter, sino que se encarna.

oliver sotos gonzález dijo...

Yo creo que no creo en absoluto en el cristianismo, ni en dios como entidad absoluta. Creo que gracias a él nos paramos en la búsqueda, o en el encuentro, o qué sé yo. No sólo a nivel del creyente, del que tiene fe, sino también del autodeclarado ateo.

Creo que en occidente tenemos tan empapado el cristianismo a nivel cultural que hasta veo comportarse a cierta parte de los ateos como cristianos, o como creyentes en algún otro dios.

Y por qué no decirlo, yo también soy un cristiano cultural (aunque no de fe). Mil quinientos años son muchos años, en los que dicha entidad (la iglesia) ha engrasado los engranajes a la perfección para mover la fe de las personas. (Y entiendo fe como uno de los fundamentos inherentes a todo ser humano, algo que sí podría ser intemporal, y que podríamos ser capaces de saltar para ver que hay detrás, pero para eso habría que declarar la guerra a esos mil quinientos años)

Por otro lado, pienso que también está en nuestra esencia la idolatría, ya sea la de un becerro, la de cristo, la de un actor o cantante de moda o la de un equipo de fútbol. Así que, si no hubiera existido Jesús, probablemente habríamos creado otro mártir. Es mucho más fácil seguir unas escrituras que las escrituras, las de cada uno, por supuesto. Resignación ante cordura, no hay color.

Alejandro Martín dijo...

Beades: me parecen muy certeros 1, 3 y 4. En cuanto a 2, bien, pero tu planteamiento chestertoniano me parece igualmente hegeliano. Es más, ¡Hegel mismo usa como metáfora la muerte y resurreción de Cristo, el "Viernes Santo especulativo", etc.! No sé hasta qué punto esa es la postura de Vattimo, que, como buen postmoderno, renuncia a la concepción progresiva de la historia. Lo que sí cree es que estamos en un momento agotado: la historia, como vehículo de sentido, ha terminado. Y yo tampoco comparto esa visión.

Enrique, eres un cachondo. Pero si Vattimo fuera ese cura, ya lo habrían largado "latae sententiae". Y es que aceptar negacionistas, vale, pero mariquitas postmodernos... sería demasiado :-) Bueno, ahora en serio: claro que la caridad se encarna. Pero, al hacerlo, debe velar porque el hombre no vuelva a erigir falsos ídolos en su nombre. Si no es así, la viejecilla que reza en una esquina de la iglesia no se diferencia del aborigen australiano que baila alrededor de su tótem.

Óliver: sin duda, una de las aportaciones de Vattimo es que nuestro mundo presente, secularizado, nihilista, es también fruto del cristianismo. Y eso es un hecho histórico más allá de la fe personal que cada uno profese. Y sí: somos idólatras, pero el potencial emancipador del cristianismo (y del judaísmo del que procede) radica en recordarnos el carácter relativo, deficiente e incompleto de todo lo real.

oliver sotos gonzález dijo...

Antonio, muy de acuerdo, la prueba es la predominancia de estas religiones monoteístas hoy en día. Si bien tras mil quinientos años yo creo que ya va siendo hora de emanciparse del emancipador. El cristianismo, aunque cultural, debe darnos esa manera de pensar, ese modo de atravesar lo real, ¿qué es lo real?

La forma de pensar emancipadora del judaísmo y cristianimos (pregunto por ignorancia, ¿no así la religión musulmana?) debe ser el arquero, que nos lance muy muy lejos, que nos permita atravesar los cánones por ellos establecidos. Por muy rebeldes que hayan sido unos padres, sus hijos no se desarrollan como hombres hasta que no se emancipan, hasta que se sienten independientes. Independicémonos.

La Calculadora del gestor de siniestros de transporte dijo...

Ahora entiendo esa pregunta enigmatica del Evangelio:

"Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ¿encontrará fe sobre la tierra?.(Lc 18,8)"

...Y que en la más negra de las noches oscuras, se pueda tener la experiencia más luminosa de Dios.

Buena experiencia de la Resurrección del Señor en estas fiestas de Pascua a todos.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Para mí, el mayor misterio es: cómo es posible que una ideología basada en que la caridad es el valor supremo, haya consentido, alentado y producido conscientemente tanta maldad y dolor a lo largo de siglos. Se ve que lac aridad es un cocnepto demasiado metamórfico para lo que yo pienso que debe ser un concepto (algo que nos permita distinguir unos casos de otros: si la humillación y la tortura a otros puede considerarse una manifestación de 'caridad', no sé de qué estamos hablando; como decía en una vieja entrada de mi blog: "si te pega, no te quiere").
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La respuesta está tal vez en que el 'mensaje' de esas ideologías es totalmente ajeno a las constricciones de la racionalidad, y va más por la línea de los instintos y sentimientos.

Alejandro Martín dijo...

Hola, Jesús, tu comentario daría para otra entrada. A ver si un día me animo...
De momento, sólo un par de anotaciones: yo no concibo ningún concepto moral de ese modo "ahistórico". Pasa lo mismo con la libertad, la igualdad, la dignidad... De las Casas, Roberpierre, Stalin, han entendido cosas bien distintas bajo esas palabras. Incluso en una misma época: también Bush habla de la libertad que evoca Bin Laden para justificar su guerra santa contra occidentales y sionistas.
Para mí la caridad está también inmersa en una historia lingüística, cultural y hermenéutica. Pero esa historia es, en parte, obra suya. Y lo que me parece interesante y fructífero es reflexionar sobre ese círculo, no plantear distinciones improductivas entre "construcciones racionales" e "instintos y sentimientos".
Por último, la caridad en el Evangelio es bien explícita: ama a tu prójimo, reza por los que te persigan, bienaventurados los mansos, quien a hierro mata a hierro muere, etc. El problema no es determinar qué es la caridad evangélica (que es asunto relativamente claro), sino comprender cómo esa caridad se ha infiltrado en la historia, y qué pintan en esa historia Torquemada y Kant, el Vaticano de Julio II y el milenarismo de Thomas Müntzer.

Alejandro Martín dijo...

Óliver: la emancipación tiene sentido cuando libra del error o la esclavitud. Si no, ya no emancipa, sino que cambia el tipo de servidumbre. ¡A ver si va a resultar que nos independizamos de nuestro padre para irnos con un padrastro...!
Radiomariano: ¿y si esa frase se refería a los que creen tener fe por afirmar un catálogo de "cosas verdaderas", por decir "Señor, Señor", por "circuncidarse" y respetar "el Sabbath"...?

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Pero lo de 'ama a tu prójimo' unido a 'de tal manera AMÓ dios al mundo que le dio su hijo unigénito para que patatín y patatán'... me lleva a la conclusión de que para amar al prójimo tengo que ir sacrificando por ahí hijos unigénitos.
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Por otro lado, lo de 'ama a tu prójimo' me parece un precepto moral un tanto ridículo: el amor es un sentimiento, y en esa medida no está bajo mi control voluntario; yo puedo RESPETAR a mi prójimo, AYUDARLO, etc., pero no puedo HACER absolutamente nada para CONSEGUIR 'amar' a un fulanito que no sé quién es (y cuando lo sé, casi peor). Es más, en el fondo de mi corazón, la parte que más odio de la misa es la de dar la paz: en general, no me sale de las narices darle la mano (y no digamos un beso) a alguien a quien no conozco de nada (y a quien conozco, a veces tampoco), y no VEO en qué coño mejora el mundo por el hecho de que a mí TODO el mundo me tenga que caer simpático. Bastante hago con intentar HACER EL BIEN a la gente, como para que encima me pidan que LOS AME. No me da la gana.

Alejandro Martín dijo...

Jesús: es obvio que el amor de que habla Cristo no es un sentimiento. Tampoco creo que a él "le cayeran bien" los tíos que lo clavaban en la cruz. Kant lo explica muy bien -a su manera, claro- en un famoso texto de la Fundamentación, donde distingue entre un "amor práctico" y un "amor patológico". Como sin duda conoces el texto, me ahorro la explicación.
En cuanto a lo demás: a mí me gusta hacer una lectura nietzscheana de este asunto: yo sí creo que tiene sentido ese amor entregado, no sólo por lo que ello "revierte" en los demás, sino porque creo que ese desasimiento de sí mismo es expresión de una vida satisfecha, contenta de sí y realizada. El egoísmo es, por el contrario, manifestación de una naturaleza débil que siempre tiene que estar pendiente de sí y preocupada consigo misma. "Los grandes reyes perdonan" -decía Schindler en la película de Spielberg.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Sí, pero entonces el amor es RESULTADO de lo satisfactoria que ha sido nuestra vida, o sea, algo que viene como CONSECUENCIA de nuestras acciones, no algo que debe ser el MOTOR de nuestras acciones.

Alejandro Martín dijo...

Tienes razón, me dejé llevar por el entusiasmo poético con el sintagma “es expresión de”. En realidad, no concibo este asunto como una relación causal. Creo que vivir la caridad es experimentar la satisfacción del desasimiento y creo que comporta un tipo de alegría que convierte al hombre en “un rey”. Al desprendernos, al poner el centro de nuestra vida fuera de nosotros mismos, es como se intensifican nuestras fuerzas vitales. Es así como yo interpreto –y no necesariamente en términos trasmundanos– la sentencia de Cristo: “el que quiera encontrar su vida, la perderá”.

Por lo demás, la caridad puede ser analizada desde diferentes puntos de vista. Teológicamente, es ante todo un acto de Dios, no del hombre, al que éste puede querer responder (o no). En este artículo he evitado hablar de la caridad en esos términos, porque no sé bastante teología y porque se inserta en un horizonte de supuestos no compartido por todos. Moral e históricamente –que es de lo que me he ocupado– la caridad implica un modo de interacción con el mundo que conlleva un permanente y renovado desfondamiento de las estructuras rígidas de pensamiento y acción. La caridad implica una relativización de la Ley (a la que se hace depender de la caridad misma, perdiendo ese valor intrínseco que le suponen los legalistas y demás fariseos de todas las religiones), una puesta en cuestión de los ídolos (es decir, de la creencia en el carácter absoluto de una determinada realidad finita: normas, leyes, dioses, Estados) y una intensificación de la dimensión libre y personal de la moralidad, que ha terminado creando –desde mi punto de vista– la sociedad más libre de la historia.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Pero, Alejandro, de gustibus non est disputandum. Hay gente a la que le da un subidón con el 'desasimiento', y hay gente a la que le joroba, igual que hay gente a la que las pelis de Almodóvar le entusiasman, y otra a la que le parecen un bodrio. Si a ti 'te pone' lo de vivir la caridad, no voy a criticarlo ni lo más mínimo (al contrario); yo, en cambio, tengo otra constitución psicológica, y, en general, me revienta el trato con otras personas (salvo contadas excepciones); pienso que tengo que ayudarlas, y les ayudo (pagando unos 5 millones de pesetas al año en impuestos, entre otras cosas; haciendo bien mi trabajo, atendiendo a mis alumnos con la mayor dedicación y amabilidad posible, etc.).
Pero reconóceme que, de la CONSTATACIÓN de que a ti te mola mazo el 'desprendimiento', NO SE SIGUE:
a) ni que A TODO EL MUNDO le tiene que molar igual;
b) ni que el mundo fuese a ir necesariamente mejor si todos fuéramos así de 'desprendidos': la competencia también ha sido a menudo motores de desarrollo formidables, y además, la caridad, combinada con otras ideas sobre en qué consiste 'ayudar' al prójimo, puede llevar a muchas catástrofes (p.ej., los católicos secuestraban a los niños judíos bautizados 'de estrangis' por sus niñeras, porque iba contra la 'caridad cristiana' el permitir que un cristiano fuese criado por una familia judía).
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Admito lo que dices al final: una característica importante del mensaje cristiano de la caridad es la cosa de que 'el hombre no se hizo para el sábado'. Lo malo es que es un mensaje que se olvida antes de terminar de decirlo. ¡La cantidad de 'sábados' que se han establecido a lo largo de la historia basándose en la idea de que eso era lo que nos exigía el mensaje cristiano (o de otras religiones)!

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Confesión por confesión: a mí lo que 'me pone' (moralmente hablando) es la LIBERTAD, el conseguir que CADA UNO pueda pensar y obrar como le plazca. Un sistema social en el que cada individuo pudiera tener la MÁXIMA libertad posible compatible con la máxima libertad de los demás, ÉSE sería mi ideal.

Alejandro Martín dijo...

Pues entonces estamos bastante de acuerdo: a mí también me pone una sociedad máximamente libre, y creo que esa sociedad secularizada, nihilista incluso, es obra de una máxima impensable fuera del cristianismo, que nos ha conducido a un modo de pensamiento escéptico con respecto al voluntarismo moral y a un ethos en el que el respeto al otro, a su integridad, a su autonomía, es un valor fundamental. Que tú puedas querer otra cosa que la caridad es posible porque vives en una sociedad que se ha ido construyendo desde una reflexión sobre la caridad (no sólo, desde luego, pero sí de un modo muy importante: Lutero, la Rev. Francesa, la Ilustración alemana, son impensables fuera de ese horizonte), y en consecuencia, ha tomado en serio la autonomía y la libertad del individuo.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Naturalmente, no niego la contribución del cristianismo a la superación del cristianismo. Pero el cristianismo ha puesto también muchos palos en la rueda de ese viaje, y el progreso ha venido, en general, de la oposición contra el cristianismo. Es cierto que el cristianismo es una hidra de muchas cabezas, y no todas se llevan bien entre sí: el mensaje de la caridad es de las cabezas buenas, pero también hay cada una que da miedo. Por lo que empecé este diálogo era, precisamente, por la paradoja de que ese mensaje de caridad haya sido compatible con tanta tiranía, tanta opresión, y tanto oscurantismo. Si tú estás por la labor de condenar todos esos añadidos "anti-caritativos" que han ayudado a convertir a la Iglesia en la institución que es, fantástico. Pero convendría hacer la amputación lo más claramente posible.

Alejandro Martín dijo...

Claro, Jesús, pero tampoco podemos saber la opresión y el oscurantismo que hubiera existido sin el cristianismo. Por otra parte: ¿quién se ha "opuesto" al cristianismo, a qué cristianismo y en nombre de qué? Si se analiza históricamente, toda oposición a los aspectos inmorales del cristianismo histórico ha sido posibilitada por una consideración del ser humano que hunde sus raíces en el cristianismo. Esto es así ya en los Padres frente a Orígenes, en De las Casas frente a quienes no reconocían humanidad a los indios (tremenda altura de miras para su tiempo). Pero pienso también en Rousseau, en Voltaire, en los revolucionarios franceses como herederos de la visión mesiánica de los milenarismos medievales, e incluso en Nietzsche, como impugnador de un resentimiento que, sin duda, está presente en el cristianismo desde sus orígenes.

Pero bueno, tú hacías una pregunta: ¿cómo distinguimos? Es que no somos exactamente “nosotros” los que lo hacemos. O sea: es la caridad, como horizonte moral de la cristiandad, la que nos ha permitido distinguir. ¿Cómo? Desarrollando formas de pensamiento que han ido socavando la vinculación entre la violencia y lo sagrado (Girard), e incluso diluyendo lo sagrado mismo. Así, en una sociedad cuyo sistema de pensamiento está basado en la presencia de espíritus “naturalizados” en los cuerpos humanos y animales, se puede esperar que siga sumida en el despotismo, en la visión mágica de la naturaleza, en la sociedad de clases, y que los varones violen bebés porque crean que eso alarga la vida o ahuyenta, qué sé yo, a los demonios de la serpiente.

¿Pero ocurre lo mismo en la sociedad cristiana? La Inquisición o el daño físico, psicológico y moral que hayan podido infligir determinadas instituciones religiosas, por poner dos ejemplos típicos, ¿son producto del cristianismo, o más bien de la negativa a asumir el sentido verdaderamente libertador del cristianismo? ¿no es de nuevo la religión natural resistiéndose a desaparecer, con su necesidad de sacrificios, leyes y rituales mágicos?

Te cuento una anécdota curiosa para ilustrar esto: en el pueblo de mi novia (aunque al parecer está muy extendido), el Domingo de Resurrección se llama “Domingo de Judas”. ¿Por qué? Porque la gente se dedica a hacer imágenes de Judas, apalearlas y quemarlas. Mi análisis del fenómeno (quizá simplista) es que el Dios del Evangelio es demasiado caritativo y se les queda corto: a Judas hay que apalearlo, porque si no, no se ha conseguido la verdadera “restitución”, no se restablece el equilibro en la Fuerza, si me permites la coña frikie. Por eso la mayoría de los cristianos no comprende las parábolas del Hijo Pródigo ni la de los jornaleros de la última hora. Se sigue prefiriendo el sacrificio, el Dios “compensador” y el deseo de restitución: bienes a cambio de ritos, perdón a cambio de oración y penitencia, etc. La Balanza, en definitiva. Es decir, lo contrario de la Cruz.

Me enrollo. Lo siento. Concluyo: la caridad sigue siendo, en el cristianismo, algo absolutamente concreto: Cristo. Desde ese modelo de perseguido ¿se puede justificar la persecución? Desde ese modelo de amor a los pecadores ¿se puede justificar el desprecio, el odio, la exclusión de éstos? Todo lo que en la historia de la Cristiandad no se parece al mensaje y a la vida de Cristo, sólo puede entenderse como su rechazo, como resentimiento religioso, como nostalgia de una religión sacrificial.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

No digo yo que no.
Pero una cosa es que Jesús (o los que se llamaron cristianos) fueran históricamente los primeros en proponer la caridad como valor (aunque a mí me gusta más la 'amistad' epicúrea, cuatro siglos más antigua), y otra cosa es que de ahí se siga que la caridad DE JESÚS aporta algo especialmente valioso al valor de la caridad que Fulano siente por Mengano. Rodrigo de Triana fue el primer occidental en ver América, como Jesús fue el primero en indicarnos con el dedo el valor de la caridad, pero lo valioso es la CARIDAD, no el mensajero que nos la ha mostrado.

Alejandro Martín dijo...

Bueno, eso es entrar ya en valoraciones personales, en opciones, preferencias y fe. A mí personalmente me gusta la amistad epicúrea (sobre todo con el rollo jardín, comida y bebida), aunque me gusta más la amistad de Jesús con sus discípulos, y creo que "nadie tiene tanto amor como aquel que da la vida por sus amigos". Pero, en todo caso, la caridad instaurada por el más famoso de tus tocayos no es sólo un valor personal: ha supuesto la erosión del fariseismo, de la idolatría, de la teocracia (larga y dura erosión, sin duda, pero triunfante al fin). La caridad de Cristo, no la amistad epicúrea, ha "hecho nuevas las cosas". Lo que quiero hacer ver, Jesús, es que el valor del mensajero -en este sentido histórico- es que supone un acontecimiento determinante en la historia de Occidente, en el sentido que antes expliqué. No ha sido la caridad en abstracto la que ha creado esa historia, sino Cristo y quienes, en un sentido u otro, han "creído" en él. Si no se hubiera creído que Dios se ha encarnado, que la Ley ha sido superada, que el Sábado está hecho para el hombre, etc., etc., no habríamos conocido la emancipación (al menos tal y como ha ocurrido, no puedo elucubrar sobre otra historia posible).

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

De nuevo, no pongo en duda lo que dices. Lo que digo es, simplemente:
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1)el hecho de hubiera un señor que, históricamente, se ha convertido en el 'iniciador' de un movimiento que pone en el fundamento de la ética la caridad, no deja de ser un mérito totalmente conmensurable con el de muchos otros precursores de otras cosas importantes (como la democracia, la amistad -entendida como valor ético supremo-, la división de poderes, la imprenta, o la escala musical); se puede reconocer a Jesús ESE mérito, pero pasar de ahí a divinizarlo como PERSONIFICACIÓN TRASCENDENTE DEL VALOR del que él es un precursor, pues creo que va un salto epistemológico que no tiene más fundamento que la borrachera de misticismo que muchos pueden sentir.
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Yo admito y respeto el 'invento' (o 'descubrimiento') de la caridad que hicieron Jesús y algunos de sus discípulos, pero no por ello creo que tenga que ser alguien al que ADORAR (más que a cualquier otro 'descubridor' de cosas importantes).
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2) Lo que no suelo ver a menudo en el seno del cristianismo es un reconocimiento paralelo de que la "teocracia" y el "fariseísmo" han sido a menudo más poderosos, en la marcha de la iglesia y en su influencia sobre la sociedad, que la "caridad". Y esto no sólo por influencia de las "tentaciones del poder", sino también porque el MENSAJE del cristianismo no se reduce a lo de la caridad, sino que también contiene muchas otras cosas (al fin y al cabo, la Biblia entera, donde muchas muestras de amor se hacen a palo limpio), como la amenaza del infierno, el pecado original, la sumisión de la mujer, etc. Creo que, si se es consecuente con lo que dices sobre la CENTRALIDAD de la caridad en el mensaje cristiano, habría que ir a las puertas del Vaticano y exigir un cambio radical en la Iglesia (amén de un reconocimiento público de errores pasados).
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3) Epicuro no tuvo la suerte de que sus discípulos constituyeran una 'sociedad paralela', que creciera tanto como para convertirse en un 'contrapoder' que, al final, se hiciera con el poder, como le pasó a la iglesia entre los siglos I y V. Esto se debió, sobre todo, a dos cosas: primero, el epicureísmo es fundamentalmente un ateísmo, en el que se mantiene el respeto formal a los dioses (por evitar problemas políticos), pero que a la gran mayoría de la gente, convencida de la existencia de fuerzas sobrenaturales y milagrosas, le repugnaba como visión del mundo. Segundo, las concepciones basadas en la idea de lo sobrenatural son más susceptibles de obtener adhesiones fanáticas (pocos epicúreos se dejarían desollar por defender su filosofía). Y tercero, el epicureísmo se proponía como una solución 'individual' a los problemas de la vida, no aspiraba a crear una 'gran comunidad'.
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Pero, en todo caso, el poco 'éxito mundano' del epicureísmo como filosofía de vida no creo que pueda considerarse una razón para considerarla peor que la visión cristiana. Mahoma también tiene muchos más seguidores que Epicuro, pero no me parece una alternativa mejor por esa razón.

Jesús Beades dijo...

Aparezco, como segundo tocayo (y el menos importante, claro).

Jesús Zamora: poner en una tabla comparativa el epicureísmo con el cristianismo es un error de principio, porque el cristianismo, sí, también ha generado filosofía, al dialogar con las filosofías de los primeros siglos generó la primera teología, y siempre se entrevera con distintas ideologías y estilos de pensamientos, en cada época, sin dejar de ser lo que es, pero sin permanecer en el aire como algo abstracto. La Encarnación implica esa mezcla, ese desarrollo en el tiempo -"el Reino se parece a una semilla, que crece...". Pero el cristianismo, como tal, no es algo a lo que asentir, sino que Cristo es Alguien en quien confiar, en su vida, su muerte por todos, y su resurrección, esperanza para todos. Es lo que creen los cristianos, que no lo son porque, en una comparación con otras filosofías prefieran "la cristiana" (aunque Chesterton comenzó así, y muchos otros), sino porque han encontrado a Dios en el Jesús del Evangelio.

Y respecto a "habría que ir a las puertas del Vaticano y exigir un cambio radical en la Iglesia (amén de un reconocimiento público de errores pasados)". Bien, hemos hablado ya algo en otras entradas sobre que el cristianismo lleva en su misma esencia esa dinámica radical, de exigencia constante de renacimiento. Cuando el catecúmeno se bautiza, se reviste de la triple condición de Cristo como Sacerdote, Profeta y Rey. La condición profética precisamente es esa continua actitud de denuncia, y de "obedecer a Dios antes que a los hombres". Sólo que la exigencia no comienza en las puertas del Vaticano, sino del propio corazón, interpelado por Dios a nacer de nuevo. (Interpelación que alcanza al Papa también, por tanto).

Y el reconocimiento público de errores pasados fue uno de los aspectos más llamativos del pontificado de Juan Pablo II. Es un melón que, una vez abierto, ya no se podrá cerrar. Sobre esto hay abundante bibliografía.

Alejandro Martín dijo...

Suscribo en líneas generales lo que dice Beades, y te respondo por partes:

1. Absolutamente de acuerdo. Con un pero: la fe es ella misma un "salto epistemológico". Por eso te decía antes lo de las opciones, preferencias y la fe. Me acuerdo de Jacobi cuando hablaba del "salto mortal" de la fe. Mendelssohn ironizaba: "mis huesos están ya muy ancianos para ir dando saltos". Lo fundamental es la decisión. Al margen de la anécdota, no hay ninguna continuidad lógica, causal, entre el mensaje y la fe. Lo traté por encima en una entrada sobre los Reyes Magos. Se puede creer a (en) Cristo o no. Buscar un puente lógico desde lo que dice a su divinidad es, efectivamente, vano.
2. Como sugiere Beades, prefiero ir a mis propias puertas a decirme un par de cosas. Aún así, todo lo que tenga que reprocharle a la Iglesia, sus instituciones y su clero, lo haré. (A esa tarea se han dedicado ya varias entradas aquí). Pero lo haré como cristiano, como alguien que ve incompatibles con Cristo determinadas actitudes, palabras y actos. ¿Por qué prefiero una Iglesia comprometida con el sufrimiento y con los pobres? (A Nietzsche, por el contrario, le encantaba el Vaticano renacentista, y no precisamente por motivos artísticos) ¿Por qué la prefiero respetuosa con la libertad del hombre y no envuelta en estrategias de sumisión?. No, desde luego, en virtud de una supuesta razón natural que me conduce a ello, sino por encontrarme inmerso en una herencia lingüística, cultural e ideológica que procede del cristianismo. Respecto a lo que dices de la Biblia, ésa es una razón por la que prefiero el cristianismo católico al protestante: la Biblia no puede ser considerada un "objeto santo" (nuevo peligro de idolatría: "bibliolatría" la llamaba Novalis) al arbitrio de la subjetividad, sino que debe formar parte de una historia interpretativa llevada a cabo por una comunidad a lo largo de los siglos. Convertida en criterio absoluto, puede ser terrorífica.
3. Creo que es más complejo que eso. Hay muchas concepciones basadas en lo sobrenatural que no han tenido grandes adhesiones: el propio Platón (triunfante en la historia ortodoxa de la filosofía) no puede ser comparado con Jesús en cuanto a adeptos o extensión de su mensaje. En todo caso, como bien dices, el número de adhesiones no es argumento para nada. Lo que sí pongo en duda (ya lo he hecho al hilo de varias conversaciones en este y otros blogs) es que lo sobrenatural lleve consigo necesariamente más adhesiones fanáticas. El totalitarismo ateo del siglo XX consiguió llevar a las masas a un grado de alienación, locura y barbarie, difíciles de encontrar hasta entonces, y todo ello bajo la promesa de un hombre nuevo en ESTE mundo.

Alejandro Martín dijo...

Por cierto, Jesús (Zamora):
acabo de ver que habías dejado un comentario justamente a esa entrada de los Reyes Magos de la que hablaba. Se me pasó. Como llevamos el blog entre tres, no suelo controlar los comentarios y algunos se me pasan. Muy acertada tu matización.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Tocayo:
el problema es que yo no creo que Jesús sea Dios (no creo que haya nada que sea dios, porque no creo que haya ningún dios), así que mis razonamientos se quedan en el horizonte terrenal.
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Con respecto a lo segundo, no veo por qué es incompatible hacer examen de conciencia Y A LA VEZ ponerle las pilas al vaticano. ¿Su argumento vale igual para convencer a los cristianos de base de que no hay criticar al gobierno de Zapatero (porque primero, cada uno debe hacer examen de conciencia)?

Jesús Beades dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jesús Beades dijo...

No sugiero que tengas que creer en que Jesús sea Dios, afirmo que los cristianos creen en Jesús como revelación de Dios al mundo para su salvación, es decir, que creen en Jesús como un hecho, no como el autor de un corpus doctrinal, separable de su persona. Y que el cristianismo no es (sólo) una filosofía, por lo cual no está en el "estante" de las filosofías, para ser comparado, y comprado si interesa.

No he dicho que sea "incompatible hacer examen de conciencia Y A LA VEZ ponerle las pilas al vaticano", sino que ese poner las pilas es parte esencial de la vocación cristiana, es parte de su función profética. Y todo, en el cristianismo (y en la realidad), comienza por lo más cercano. Amor al prójimo, no a "la humanidad" (esa abtracción), visitar al enfermo (a ése que conocemos, no en general a todos), perdonar a
"mi" enemigo, no a "los malvados" en general. De modo que ese nacer de nuevo que Jesús le contaba a Nicodemo tiene que empezar en el interior de uno mismo.
Pero en ningún momento he dicho que sea incompatible con la crítica al Vaticano, al Papa, al Obispo, a un concejal de Cuenca, si se tercia. De hecho, ese continuo nacer de nuevo, esa denuncia de la idolatría, ese romper el corazón para pedirle a Dios que lo vuelva a crear, es una dinámica que convulsionará siempre la Iglesia y las iglesias, hasta el fin de los tiempos. Es lo propio del cristianismo.

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Jesús:
me parece que no hay nada en lo que he dicho que pueda hacer pensar que no iba a estar de acuerdo con lo que dices. Lo que pasa es que lo que dices tampoco niega nada de lo que he dicho yo.
(P.ej., el epicureísmo tampoco era 'sólo' una filosofía, sino una orientación vital; y el ir no contra 'los malvados en general', sino contra esos que han causado tanto dolor a la gente desde el arzobispado cercano -más cercano, imposible-... pues es lo que no veo que hagan muchos cristianos).

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

En realidad, lo que no he entendido nunca del cristianismo es lo de la 'salvación'. Yo entiendo qué es salvar a alguien de morir ahogado, de una enfermedad grave, de las malas influencias de unos amigos, pero 'salvar al mundo', sólo lo he visto en las películas de Hollywood.

Jesús Beades dijo...

Jesús:

"salvar al mundo", en este caso, ha de leerse en el sentido que le da el Talmud (y esta cita gustará a Antonio Javier, je): "quien salva a un hombre, salva a la Humanidad".

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Tocayo, no me aclaras nada. ¿Qué hace con un hombre, o con la humanidad, el que los "salva"? ¿Y DE QUÉ los salva?